No se dejan pegar

El otro día, en un documental, creo que fue en el canal autonómico catalán, Canal 33, hablaban de los actores de cine, en concreto de los actores del cine de acción. Un productor chino se quejaba de que fuera de Hong Kong a los actores no se les podía pegar, que no se les podía dar una patada, que ni siquiera se les podía tocar la cara. No lo interpreten mal, no se trata de un maltrato al actor, sino que era casi visto como una falta de profesionalidad por parte del actor el no dejarse pegar. Se quejaba de que ello restaba realismo a las películas de acción. La presencia de este realismo en las pantallas lo justificaba con una supuesta demanda del público. “Es lo que el público pide”. Pues si que ando bien apartado de esa tendencia en lo que a cine acontece!!! ¿Es que realmente hace falta llegar a ese nivel de “realismo”? ¿Es que si los golpes no son de verdad, no hay credibilidad, como se mencionaba en el documental? Menos mal que jamás seré actor, y menos en Hong Kong!!! Después, el documental, como era de esperar, empezó a hablar de los actores especialistas, ya saben, esos que hacen las escenas de peligro y que reciben todos los golpes. Esa parte ya me interesó menos.

Una carrera de obstáculos

El otro día me encontré con una amiga que tiene cáncer y esta con el tratamiento de la quimio y esas cosas. Yo nunca hablo de enfermedades y cosas de médicos porque me pongo malo. Ella me comentaba que la vida era una carrera de obstáculos, que le fastidiaba bastante que los obstáculos se los pusieran tan cerca unos de otros. Se refería, claro, a las sesiones de la quimio que la dejaban echa polvo. Yo pensé que lo que de verdad era jodido es que los obstáculos fueran tan altos. Ella me dijo "¿qué se le va a hacer? habrá que seguir saltando". Si, de eso se trata, de saltar y superarlos. Ánimo!!

Esos catalanes

El otro día estaba en un bar con unos amigos. Clinc, clinc, clinc... sonó una moneda que cayó al suelo. De manera automática, una amiga y yo, catalana ella, catalán yo, nos agachamos a por la moneda que había caido de las manos de otro amigo, vasco él. Era una monera de cinco céntimos. En el intento por recuperarla casi nos chocamos mi amiga y yo. En eso estábamos cuando alcancé oir la voz de mi amigo vasco: "¡¡hay que ver como sois los catalanes... y eso que solo son cinco céntimos!!". No pudimos evitar reirnos.