El salario del miedo
El salario del miedo es una película basada en la novela de Georges Arnaud y realizada en 1953 por el director francés Henri-Georges Clouzot. Se compone claramente de dos partes, una primera, con un cierto interés sociológico, que nos muestra una pequeña ciudad centroamericana a donde van a parar todo tipo de desheredados, una especie de cárcel sin muros a donde es bien fácil llegar pero de donde no se sale tan fácilmente. Recuerda en cierta manera, pero más crudamente, el ambiente inicial de la película Casablanca. Un ambiente claustrofóbico. Por lo demás, observamos ciertas consecuencias de la desigualdad económica y social entre lo que se ha venido a llamar el primer mundo y el tercer mundo. Pobreza, hambre, paro, desesperación y una necesidad de huir. Los recursos naturales (petróleo) se encuentran bajo la explotación de una compañía estadounidense, la corrupción de los agentes locales en la aduana de la precaria pista de aterrizaje siempre es una opción para quien no tiene un visado, pero si algunos dólares. La esperanza de escapar vendrá en la película en forma de una peligrosa misión: la de transportar unas toneladas de nitroglicerina por unas carreteras tortuosas hasta la zona petrolífera donde se necesita para sofocar las llamas de un pozo de petróleo que no deja de arder. Cuatro suicidas seducidos por la paga de un puñado de dólares son los elegidos para conducir los camiones de la muerte. Y aquí se inicia la segunda parte de la película, donde gana interés el aspecto más psicológico. Es ésta segunda parte la que da el sentido al título de la película. Ver cómo estos hombres se enfrentan a una muerte que viaja sobre ruedas, y cómo el miedo crece con cada quilómetro que recorren. Como se suele decir, las condiciones extremas sacan lo mejor y lo peor de cada uno.
Podríamos preguntarnos si todo tiene un precio. O tal vez, si toda tarea está bien pagada. Pero podemos ir más allá de la película. ¿Jugarse la vida por un salario es justo? Y ya no me refiero únicamente al hecho de arriesgar la vida realizando determinadas tareas, sino matar por conseguir un trabajo. Es evidente que la desesperación puede ser una fuente de motivación importante. Pero no olvidemos que se trata de un juego de dos, donde unos se aprovechan de la desesperación de los otros. Eso es precisamente lo que hay detrás de las leyes de la oferta y la demanda aplicadas al salario y al empleo. Desempeñar una tarea determinada no tiene un valor en si mismo en forma de un salario determinado. Eso, evidentemente, lo determina la relación entre la oferta y la demanda. Sin un sistema que proteja y establezca un mínimo de condiciones que garantice un salario justo el trabajador está perdido, ya que la tendencia del empleador ante una abundancia de demandantes de empleo es bajar el salario. Para el empleador, la desesperación del empleado es rentabilidad. Y en la película hay mucha desesperación. En el mundo real también.
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