martes, 19 de diciembre de 2006

1984

Hace algún tiempo leí la novela de George Orwell, 1984. En ella, el autor imagina un poderoso Estado donde todo esta bajo el control de la figura del Gran Hermano, el ojo que todo lo ve, el oído que todo lo escucha y la mente que todo lo dispone. Su control llega a lo más íntimo de los sentimientos humanos, apoderándose de las vidas y de las conciencias de los ciudadanos, y sobretodo de los miembros del partido, que forman la cúpula del poder. Uno de los instrumentos que el Gran Hermano quiere utilizar para controlar a las personas es la lengua. George Orwell dedica el capítulo V y el apéndice a exponer su modelo, simplista tal vez, de la nueva lengua y sus principios que denomina Neolengua. Un equipo de expertos se dedica a destruir centenares de palabras cada día. Así, como nos explica entusiasmadamente Syme, el filósofo especializado en Neolengua:

“... las principales víctimas son los verbos y los adjetivos, pero también centenares de nombres de los que puede uno prescindir. No se trata sólo de los sinónimos. También los antónimos. En realidad ¿qué justificación tiene el empleo de una palabra sólo porque sea lo contrario de otra? Toda palabra contiene en sí misma su contraria. Por ejemplo, tenemos “bueno”. Si tienes una palabra como “bueno”, ¿qué necesidad hay de la contraria, “malo”? Nobueno sirve exactamente igual, mejor todavía, porque es la palabra exactamente contraria a “bueno” y la otra no. Por otra parte, si quieres un reforzamiento de la palabra “bueno”, ¿qué sentido tienen esas confusas e inútiles palabras “excelente, espléndido” y otras por el estilo? Plusbueno basta para decir lo que es mejor que lo simplemente bueno y dobleplusbueno sirve perfectamente para acentuar el grado de bondad. Es el superlativo perfecto. Ya sé que usamos esas formas, pero en la versión final de la neolengua se suprimirán las demás palabras que todavía se usan como equivalentes. Al final todo lo relativo a la bondad podrá expresarse con seis palabras; en realidad una sola...”[1]

Orwell pone bajo sospecha la supuesta función comunicativa de la lengua. La visión que nos ofrece es la de la lengua como un instrumento en si, pero no como un instrumento para el entendimiento, sino como un instrumento de poder. Su finalidad es limitar el alcance del pensamiento. Se parte de la idea de que pensamos los conceptos exclusivamente en palabras. Si se limita el número de palabras se limita el pensamiento. La lengua se convierte así en un poderoso instrumento de poder que no solamente es concebido como un vehículo para extender la cosmovisión ideológica de aquellos que están situados en el poder, sino para imposibilitar otras formas de pensamiento. En la novela, cada palabra del nuevo diccionario tenía que estar tan claramente definida por si misma que no pudiera dar lugar a matices, a interpretaciones “equívocas”, a otros sentidos posibles. Se trata de quitarle a las palabras su polisemia. Un concepto, una palabra; una palabra, un concepto. Un mundo perfectamente definido, siempre bajo el prisma de la ideología del partido.

Desconozco si George Orwell tuvo algún tipo de vinculación con el determinismo lingüístico de Benjamín Lee Whorf, aunque creo que son contemporáneos. La cuestión es que la idea de neolengua de la novela tiene claras vinculaciones con la hipótesis de Whorf según la cual la lengua configura y estructura la percepción, determinando el pensamiento, y el correspondiente comportamiento de las personas.

Posiblemente, la propuesta de Orwell es extrema. No obstante, nos ilumina sobre una cuestión: la lengua no es solo una herramienta para el entendimiento. Una lengua también puede ser usada con otras finalidades. Una lengua puede ser usada como elemento de estatus. El uso y el conocimiento del latín, siglos después de que dejara de usarse en la vida cotidiana, continuaba empleándose para marcar la diferencia entre estratos sociales durante toda la Edad Media. Pero no solo eso, también era usada como instrumento de poder. En la película Braveheart hay una escena en la que un consejero, ante la presencia del rebelde William Wallace, se dirige a la princesa de Inglaterra en latín con la intención de comunicarse con ella sin que el “salvaje” se entere de su comentario. En la película la estratagema le salió mal, ya que el “salvaje” conocía el latín porque había pasado su infancia con su tío, que era clérigo, y le había obligado a aprenderlo, ya que era la lengua del poder. A un nivel más cotidiano, actual y de manera más sutil, eso también ocurre. La lengua, en vez de ser empleada por y para el entendimiento, es empleada para todo lo contrario. Hay veces que doctores y especialistas de todo tipo, cuando no les interesa por lo que sea hacerse entender, cambian de estilo utilizando en la lengua un mayor contenido de tecnicismos que pueden hacer del discurso algo totalmente ajeno al oyente que no esté familiarizado con ello. Así que la lengua sea, o no, una herramienta para el entendimiento depende en gran medida de la intencionalidad de las personas. Puede usarse para manipular, o simplemente como barrera, creando desentendimiento más que entendimiento.

[1] G. Orwell, 1984. Barcelona: Ed. Destino, 2003 (p. o. 1949), pág. 62.

5 comentarios:

Miada dijo...

Tienes razón, la lengua es un arma muy poderosa, tanto como el conocimiento, lo ideal es saber expresar ese conocimiento en tu beneficio, ahí es donde manda la lengua, su uso puede ser para bien o para mal, no por el significado de las palabras que utilices, si no por el entendimiento de los demás hacia tu lengua, todo depende de ti...

Un beso.

Laura Abella dijo...

Muy interesante tu post. Las palabras, además de servir para comunicarse son un arte. Es curioso como un texto escrito tiene entonación y trasmite.

Pero hay mucho desconocimiento y el poder, el hecho de que lenguas mayoritarias quieran imponerse a minoritarias ( en lugar de sumar) es algo que vemos a menudo. El idioma y el poder...a mí el tema del esperanto, por ejemplo, tan hippie y tan guay me espanta.

No he leído 1984, pero lo tengo pendiente.

Un saludo

syldavia dijo...

HOla gusito, que gran libro 1984,me lo leí en un fin de semana, me engancho desde el principio hasta el final y sí, la lengua es un arma poderosa, que como toda arma en manos inadecuadas puede ser mu peligrosa,mi lenguaje favorito es el de los signos es tan universal y tan intemporal y parece que sea el menos peligroso, no??


Un beso

Anónimo dijo...

Hola, creo que Miada apunta a algo que es clave, el control del conocimiento... la lengua tan solo es un medio, un medio para comunicarse y comunicar, entre otras cosas, conocimiento... un medio, que como dice la rateta, a veces, en sí mismo puede ser arte, que para mi, es una manera también de comunicarse, de expresar algo. Creo que syldavia me dará la razón, pues veo que le interesa la capacidad de comunicación, personas que no pueden articular palabras consiguen comunicarse a través de signos (supongo que se refiere al lenguaje de los sordomudos).

Un saludo a las tres.

Omar dijo...

este es el link de una banda que está haciendo algo bien interesante con todo el concepto de 1984, si les provoca pasense un rato y escuchen, vean y si pueden opinen

saludos! buen blog

http://www.myspace.com/blanconegro84