miércoles, 20 de diciembre de 2006

Naufragio del buque Esperanza

El arte, además de una manera de comunicar, es el reflejo del alma, suponiendo que ésta exista. ¿Qué es sino el arte? Los románticos alemanes buscaban en sí mismos lo que no pueden encontrar en ninguna otra parte. Se idealizaba la vida y se idealizaba la muerte. La vida era solo un viaje hacia el amor eterno. La vida era puro trámite, bella pero un trámite.

La noche, ese refugio, ese bastión de los sueños al que se amparaban los románticos. La noche era un puente hacia el más allá, hacia la vida eterna que nos espera en la muerte con los seres amados.

En la naturaleza se encontraba la esperanza en la vida eterna. Caspar David Friedrich nos invitaba a contemplar esta naturaleza en sus paisajes. Utilizaba para ello dos planos (no sé si la terminología es correcta), con frecuencia aparece alguna figura contemplando un paisaje sereno y reposado. Esa contemplación, esa meditación es casi mística, es casi un acto de fe. Solo una persona en la cima de una montaña puede llegar a sentir que forma parte de la energía del cosmos.

La religiosidad está muy unida a la naturaleza y al interioridad que se busca en ella. Friedrich llenaba esta naturaleza de simbolismos religiosos y nacionales, de símbolos de muerte y esperanza.

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